Ofelia

La mort serait trop douce en ces extrémités.

17.11.09

Día 4

Publicado por Marie |

Hace tiempo que no aparezco. Lo sé, soy consciente. Sinceramente no creo que nadie me extrañe demasiado o se acuerde de mi, pero no es motivo para desaparecer sin previo aviso. Me gustan los previos avisos, cuando pueden darse. Son algo así como un ultimatum, creo. Te dicen lo que va a venir, te preparan un poco. Hay pocos previos avisos en la vida, porque generalmente todo es espontáneo (al menos en mi vida, así es). Por eso me gusta cuando puedo dar uno, o recibir uno.
Este no fue el caso. Lo que me sucedió y me obligó a encerrarme en mi mundo llegó sin previo aviso. Y yo no estaba preparada. ¿Quién está preparado para algo así? Nadie. Claramente nadie.
Sucedió en un lugar extraño. Lleno de mujeres. Mujeres y mujeres por todos lados. Habían pocos hombres. Todas hermosas, todas arregladas, todas maquilladas y peinadas. Todas eran perfectas. ¿Por qué me habían llevado allí? ¿Con qué fin? Quizás si al menos me dejaran salir lo descubriría, pensaba.
Y lo hice. Poco a poco lo hice. El cuerpo estaba allí, sentado en una silla, mientras lo llenaban de banalidades y lo embellecían con sus polvos y colores. Y sin darme cuenta dominé los pies. Los pies eran mios, casi como si me los hubieran regalado, de un segundo para otro. Eran míos. Moví los dedos una y otra vez asegurándome de que no era casualidad, pero eran míos. Eran mis pies. Todos míos. La extrañeza y emoción desapareció enseguida al comprobar que controlando los pies, sólo podía mover los dedos, ni siquiera podía escapar, necesitaba las piernas para eso. Y como si lo que yo deseaba sucedía en el instante, dominé las piernas. Las balancée. Y eran mías. mis piernas. Podía correr, podía escaparme, ¡el cuerpo era mío de la cintura para abajo! Casi salto de aquella silla que más que silla parecía un sillón, pero cuando iba a hacerlo sentí que ya tenía los brazos. Los brazos eran míos. Me estaban dando el cuerpo. Ni siquiera tenía que pedirlo, lo que deseaba lo tenía. La mente que me controlaba estaba demasiado cansada como para ganarle a la mía, así que podía tomar el control. Todo el control. Y así fue, lo tomé todo, el cerebro al final. Lo más importante para el final, me dije. Y así fue. El cerebro al final, con todos sus impulsos, emociones y demás artefactos y consecuencias.
Miré alrededor. Todo se veía tan extraño desde esos ojos. Tan irreal era la realidad que me aterré y no me moví. Me quedé allí esperando a que terminaran, y cuando terminaron me concentré por primera vez en la imagen que había frente a mi. El espejo. Y la imagen se reflejó llegando hacia mi. Y era perfecta, me habían dejado perfecta, y me sentía más que todas las mujeres de aquél lugar, que también eran perfectas. Era la perfección entre la perfección. Experimenté el ego en ese instante, o quizás el narcicismo, no importa. ¡No importaba! ¡Porque era la perfección y controlaba la perfección!
Con esa emoción caminé, salté, corrí... y me aburrí. Dios, que simple y aburrida es la realidad. Que pequeño y estúpido es el mundo allá afuera. Y ¡cuantos pocos pares de ojos interesantes hay!
Lo observaba todo. TODO. Y todo cuanto observaba no hacía más que fascinarme por una fracción de milésima de segundo, y luego era simple y aburrido, y pasaba a otra cosa. Pero esta cosa duraba lo mismo que la anterior. Y la gente me duraba menos. Muchísimo menos. Con solo mirarlos superficialmente sabía lo simples e ignorantes que eran.
Y encontré tantos errores. ¡Tantos errores allá afuera! Lo de afuera es el paraíso ¡el paraíso! y está cubierto de errores. Cubierto de horrores. Cubierto de gente. Entonces odié a la gente. Y ese momento, ese preciso segundo, cuando descubrí lo que pasaba allí fuera, comprendí y entendí porque jamás me habían dejado salir. Yo no pertenezco a la realidad, porque la realidad es demasiado mala para mi.
Iba a gritar pero recordé que controlaba el cuerpo y que entonces podían escucharme. Quería llorar, pero controlaba el cuerpo entonces podían verme. Estaba atrapada, ¡pero ahora estaba atrapada en el mundo! Me horroricé. Si, lo hice. Detesto admitirlo, pero estaba aterrada en todos los sentidos. Jamás había sentido un miedo y una desperación igual a aquello. Me habían atrapado, encerrado, enjaulado en un mundo perfecto hecho imperfecto y que nadie intentaba arreglar.
Me acurruqué, cerré los ojos y desée dormir. Siempre había querido hacerlo, y soñar, y saber como se sentía. Pero estaba tan exhausta, tan atemorizada, que sólo quería soñar oscuridad y no saber nada más. Quería volver a encerrarme. Por suerte, el cuerpo se cansa tan rápido, y la mente real es tan vulnerable, que a los pocos segundos ya no estaba. Aparecí sin más en mi mundo nuevamente. Y me largué a llorar.
Nunca había instalado cañerías en mi mundo, no eran necesarias, pero fue tanta el agua que las partículas comenzaron a asustarse. Y asustadas y con pilotos y paraguas para protegerse del diluvio inminente se acercaron a mi y me observaron extrañadas. Eran tan pequeñas que no podía abrazarlas, pero las veía tan detalladamente, y tan perfectas. Mis partículas irreales eran perfectas. No como las de afuera, llenas de polvo, suciedad y amargura. Estas eran alegres, tenían fantasía, tenían inteligencia ¡y estaban limpias! ¡Impecables!
Las lágrimas dejaron de salir, y el agua fue evaporándose poco a poco, creando gotitas de agua que saludaban y se reían al pasar. Se hicieron amigas, creo. De las partículas, digo. No de mi. Yo no quería verlas más.
Este fue el motivo, la causa por la que me encerré con miedo a escribir siquiera, porque si controlaba las manos solo para escribir por un instante quizás terminaba controlando la mente, y pasando lo que pasó aquella vez. Debo admitir que me costó (o sigue costando) trabajo asomarme solo esto. Siento la sombra amenazante de que se repita. Pero debía contarlo, debía decirlo.
Lo que me encerró nuevamente, y esta vez por mi voluntad, fue la destrucción de la perfección ante mis ojos.
Yo misma voy a acabar con mi día hoy, sabrán entender.
Hasta mañana (sin muchos más saludos).
Piensen.



Que las letras los salven a todos.

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